miércoles, 29 de febrero de 2012

Proyecto SOFIA con los niños jornaleros del campo de La Brasilera y La Ocra



Por Sammida Zuheerah F. Muhammad
Camino a los jornaleros, no sabía que esperar. Tenía una vaga idea, pero nada se comparó a lo que llegué a ver. El escenario camino a “La Brasilera” fue cambiando. Fui de ver el constante gris de los edificios a ver el verde del campo extenderse hacia lo lejos. Llega un punto donde las calles dejan de ser pavimentadas y abruptamente se vuelven calles de tierra. Para mí, representaba la barrera que marca donde acaba mi realidad y donde empieza la suya. Mientras más me acercaba a donde se encontraban los niños, mi sonrisa y mi esperanza en México desaparecía, y cuando juré que no podía empeorar, empeoró.

            Los niños nos esperaban con ansias, algo que me dio mucho gusto pero a la vez me hiso pensar: “¿Qué esperan ellos de nosotros que estarían esperando nuestra llegada con ansias, sin conocernos?”. Me bajé del camión y lo primero que noté fue lo inmenso que es el terreno, y me pregunté si lo tenían que sembrar y cosechar todo. Seguí caminando y vi a muchísimos niños de muchisimas edades, todos igual de emocionados. Al empezar de descargar las cosas del autobus que les trajimos, sólo vi como los niños saltaban de emoción. No podían creer que todas esas cosas eran para ellos. Al acabar de descagar las cosas las niñas, más que nada, llegaban y te pedian abrazos o te agarraban la mano. Me preguntaron mi nombre y de dónde venía con genuino interés en quién era, no porque era lo socialmente rutinario al conocer una persona por primer vez. Me sorprendió ver lo felices que eran viendo que la condición en la que subsistían era infrahumana.

            Después de acomodar las cosas y de hablar con los niños un rato, nos dieron un recorrido de donde vivían. Lo que más me impactó fueron los cuartos. Cada familia vivía en un espacio del tamaño de mi baño. Sus pisos eran de tierra y no tenían ni una almohada donde acostar sus cabezas. Sólo tenían cobijas tendidas en el piso y a eso le llamaban su cama. Algunos cuartos tenían tele, otras no, algunos cuartos estaban más limpios que otros. Algo que me sorprendió es que en un cuarto vi una botella de salsa Valentina y una botella de Coca. Me imagino que lo sacaron de la tiendita que existe ahí mismo en su terreno. Esa tiendita, por alguna razón, me recordó a las tiendas de raya que existían en los tiempos del Porfiriato. Los niños estaban muy emocionados por enseñarnos el lugar que llaman casa. Muy felizmente te decían qué cuartito era suyo y cual era el de sus mejores amigos. Después nos enseñaron a su perro y a los cachorritos que había tenido. A los niños les traía mucha alegría tener cachorritos. Después, nos enseñaron sus salones, a mí en lo personal me hubiera gustado ver los salones por dentro. Veía en las ventanas palabras en español traducidas al inglés, y los niños felizmente te enseñaban cuál era su salón y ahí acabó el recorrido de su terreno.

            Pasamos el resto del tiempo jugando con los niños y bañando a bebés. Yo, soy tía de 4 sobrinos, entonces ya había tenido experiencia con niños chiquitos, pero nunca antes me había preguntado un niño que si lo bañaba. Mis sobrinos nunca se querían bañar, y que un niño llegara y me pidiera un baño se me hizo muy fuera de lo normal. Quise preguntar con qué frecuencia se bañan, pero decidí que sería mejor para mí no saber. Los niños tenían moretones en espalda que me imagino es por estar acostados todo el tiempo y muchos de los bebés no habían sido cambados en bastante tiempo. Habían, en mi opinión, muy pocas personas encargadas para el número de bebés ahí.

            Al terminar de bañar niños y de peinar a las niñas, fuimos al segundo sitio de los jornaleros. Este era mas nuevo, pero aun así las condiciones no mejoraron demasiado. Eran menos niños y las instalaciones eran mejores. Me sentí reconfortada, pero sólo por un segundo. Nos dieron el recorrido y lo primero que noté fueron unas jovencitas, una amamantando a su bebé y la otra embarazada. Me pregunté que sería del hijo que esa jovencita tendría. ¿Qué va a ser de su vida? ¿Qué oportunidades va a tener? La respuesta a esa pregunta me deprimió. Estas familias vivían ligeramente mejor por el hecho de que tenían literas y pisos pavimentados, sin embargo los cuartos para dos familias seguían siendo pequeñas. Con estos niños se coloreó y se hizo el “Taller de los Ositos Polares y Pardos”. Me encantó ver la cara de felicidad de los niños al acabar sus ositos y saber que ahora tenían un juguete con el cual jugar.

Yo ayudé en la guardería. Recogí a un niño que no dejaba de llorar. Al principio seguía llorando pero después de un rato logré dormirlo. Al verlo dormir, me entristeció el saber que este niño tiene el potencial para desarrollar la cura de cáncer pero que ese potencial nunca va a ser alcanzado por el hecho de que no tiene donde desarrollar su potencial. Me enfureció saber que su futuro fue predeterminado por él. Recibirá una educación mediocre y trabajará toda su vida en el campo y tendrá hijos a quienes les espera lo mismo. Lo acosté en su cuna y nos fuimos.

            Esta experiencia no lo cambiaría por nada. Me abrió los ojos y me dejó saber que mi realidad, la vida que vivo, es limitada y me dio un vistazo a la realidad de los demás. De toda esta experiencia lo que mas me marcó fue una niña de 10 años. Ella está en la edad donde debería de estar jugando a la mamá con muñecas mas no siendo la mamá de su hermanito de 1 año. ¿Dónde quedó su niñez si tiene que cuidar a su hermanito? No es justo, pero no le queda de otra. Me dolió muchísimo ver esta situación de “esclavitud moderna”, pero más me dolió saber que no hay nada que pueda hacer por ellos. Al irme de “La Brasilera” una niña me preguntó cuando regresaba. Me rompió el corazón el pensar que la respuesta más probable era nunca pero lo primero que me salió de la boca fue “pronto”. Tenemos que encontrar una forma de ayudarlos más allá de sólo llevarles jabón y nuestras pocas horas de servicio. Esto es un problema serio y TIENE QUE ser resuelto YA!  
           

Taller de Inciación a la Filosofia II PENSANDO LA VIDA COTIDIANA

Taller de iniciación en Filosofía 2 Pensando Filosofia de la vida cotidiana